Estimadas Autoridades, Empresarios e Ingenieros:
Les extiendo un cordial saludo en espera de que estén cumpliendo sus funciones intachablemente, en beneficio de la sociedad dominicana a la cual todos pertenecemos. Me alegra saber que están desempeñando cargos tan importantes, cada uno en su sector, puesto que es una clara demostración de que tienen la calidad moral y profesional para ocupar los mismos.
Me detengo por un instante a presentarme. No vayan ustedes a tomarme como bicho raro o criatura salida de otra vía láctea. Soy una ciudadana, otra inmigrante más que llegó del campo a la ciudad. Reconozco que todavía no distingo la Nuñez de la Defilló y que confundo la Tiradentes con la Ortega y Gasset. Pienso que Miraflores está hacie el Oeste y que las Praderas es hacie el Sur. Perdonarán pues, me falta un poco de geografía. Sin embargo cada día me dispongo en descubrir rutas y calles alternas.
Ya me conocen. Soy una chica que ha venido a fajarse, a sudar la gota gorda, a ver si echa pa’lante a su hijo y su familia. No tengo intenciones de dañar esta ciudad, en cambio, creo que la afectada he sido yo.
Les escribo estas líneas simplemente para pedirles algo, sencillito, ¡Organícense por favor! ¿Cómo es posible que inicien construcciones en cualquier parte de la ciudad sin pensar dónde estarían colocando sus maquinarias? ¿Con qué permiso empresas constructoras invanden las vías públicas con maquinarias pesadas y un sinfín de indumentarias que me obstaculizan el paso de todo transeúnte por las aceras y contenes debidamente construídas? Estoy cansada de arriesgar mi vida a diario, de vivir con el miedo constante de un atraco a mano armada y como si fuera poco, tener que arriesgarme caminando en plena autovía porque las instalaciones construídas para yo caminar no están disponibles.
Señores ingenieios, empresarios y autoridades, sé que a mayor inversión monetaria menos caso le prestarán a mis reclamos. Pero… ¿Tan poco valen las tantas vidas que se arriesgan diariamente al igual que yo? Ojalá y les sirva de análisis y reflexión.
P.D. – ¡Déjenme caminar!